Nació el 15 de enero de 1780 en la localidad de Bormes-les-Mimosas, cercana a Saint Tropez (Francia) y desde muy joven se embarcó en buques pesqueros y mercantes que lo iniciaron en la dura vida del mar.
Llegó a Buenos Aires en 1809 y, al producirse la Revolución de Mayo, se inclinó a favor de su causa. Dos años más tarde actuó como segundo comandante de la primera escuadra patriota, a las órdenes de Juan Bautista Azopardo.
Tuvo una destacada actuación el 2 de marzo de 1811 en San Nicolás de los Arroyos, cuando enfrentó con valor la escuadrilla realista del Capitán de Navío Jacinto de Romarate.
En septiembre de 1815, el Director Supremo Ignacio Álvarez Thomas le otorgó la patente de corso, este año inaugura una de las etapas más prestigiosas en la vida de Bouchard, la campaña de corso organizada por el gobierno en conjunto con el Almirante Guillermo Brown por las costas del Océano Pacifico a fin de reducir y entorpecer el poder naval español.
Durante este periplo (1815-1816) sobre el cual se puede afirmar que allanó el camino a la expedición libertadora del General San Martín a Chile y Perú, apresaron buques españoles, bloquearon y atacaron el puerto de “El Callao” , la plaza más poderosa de España en América, y atraparon la fragata “Consecuencia”, que pasaría a la historia con el nombre de “La Argentina”.
En aguas ecuatorianas atacaron fortificaciones cercanas a Guayaquil al sufrir su barco problemas de estanqueidad, Bouchard decide regresar a Buenos Aires y en el reparto de bienes le tocó en suerte la "Consecuencia".
A mediados de 1816 desembarcó en Buenos Aires y se encomendó a los preparativos de una nueva expedición corsaria, que comenzó el 9 de julio de 1817, al zarpar “La Argentina“ de la Ensenada de Barragán y duraría dos años.
Navegando por aguas del Atlántico Sur llegó al Océano Indico, recalando en la isla de Madagascar, donde mediante el empleo de la fuerza impidió el tráfico de esclavos por parte de buques de origen inglés y francés.
La lucha contra la esclavitud estaba prevista en las instrucciones del gobierno a Bouchard.
Continuó su trayecto hacia Filipinas, con el objeto de atacar el comercio español en esa zona, muy peligrosa por la frecuente presencia de piratas malayos.
A pesar de contar con su tripulación en pésimas condiciones físicas por el escorbuto, lograron rechazar el ataque de cinco buques piratas malayos.
Las tormentas lo obligaron a enfilar hacia las bellas islas Hawaii donde se encontró con la corbeta argentina “Santa Rosa” , cuya tripulación se había sublevado, requirió al rey de la isla la entrega del buque como así también el cabecilla de la rebelión, el marinero inglés Gribbin. El rey devolvió el buque y Gribbin fue fusilado.
Con la “Santa Rosa” , atacaron Monterrey, en la costa de los Estados Unidos, apoderándose del fuerte español, donde izaron la bandera argentina durante tres días.
En Nicaragua destruyeron el puerto del Realejo, uno de los centros más importantes del comercio colonial español y principal astillero del Pacifico.
Al arribar la expedición de Bouchard al puerto de Valparaíso el 12 de julio de 1819 se concretaba el viaje que permitió a la primera nave argentina circunnavegar el mundo. Sin embargo por orden del vicealmirante escocés Lord Cochrane, fue arrestado bajo cargos de piratería, siendo su cargamento confiscado.
Luego de un juicio de varios meses obtuvo la libertad y su nave “La Argentina” se le reintegró aunque en un estado lamentable.
A pesar de las difíciles circunstancias, Bouchard tomó parte de la Expedición Libertadora al Perú y cuando el Gral. José de San Martín crea la escuadra peruana le dio el mando de la fragata “Prueba”, el buque más importante de la flota.
Hasta 1828, siguió al servicio de la marina peruana, año en el que se retiró del servicio activo, fundando un gran ingenio azucarero llamado “La Buena Suerte” , donde murió asesinado por un peón el 4 de enero de 1837.
Sus restos estuvieron perdidos por más de 120 años, hasta que en junio de 1962 fueron encontrados en una cripta olvidada de una parroquia en Nazca, Perú.
El 6 de julio de ese año fueron exhumados y repatriados a Buenos Aires por una comisión formada por la Armada Argentina y la Armada de Perú.
Sus restos arribaron a bordo del crucero “La Argentina” y hoy descansan en el Panteón Naval de Buenos Aires.