El General San Martín siempre tuvo gran respeto por la institución del duelo y cuando lo estableció para el Regimiento de Granaderos a Caballo, el General Manuel Belgrano, devoto católico y adversario de estas prácticas, se molestó con San Martín, quizás sin comprender las razones disciplinarias y de formación moral que trataba de inculcar el futuro Libertador en el nuevo regimiento.
El Almirante Guillermo Brown, también ferviente católico y al que no le agradaban mucho estas prácticas, tuvo que resolver favorablemente un duelo, gracias a su personalidad, su psicología y su sentido del honor.
A finales del mes de febrero de 1826, en plena guerra con el Imperio del Brasil, el Almirante Brown, a bordo de la fragata “25 de Mayo”, fondeada en la Isla San Gabriel, estaba elaborando un plan para capturar o quemar tres buques brasileños que guarnecían el puerto de Colonia de Sacramento y le impedían un desembarco. El plan consistía en atacar sigilosamente y solamente con 6 cañoneras. Dos cañoneras a cada uno de los tres barcos que eran: el “Real Pedro” (Insignia), el “Pará” y la “Libertad del Sur”.
Unos días antes de iniciar esta acción, los capitanes Tomás Espora y Leonardo Rosales, conocidos comúnmente en los ámbitos castrenses como “los gemelos de la gloria” por sus proezas, su bravura y por arriesgar su vida en cada combate, no se sabe bien por qué, se retaron a duelo. Como estaban a bordo bajo las órdenes de Guillermo Brown, le pidieron permiso para bajar a tierra. Brown era muy puntilloso en cuestiones del honor, pero tenía gran predilección y sentía gran admiración por ambos y no quería perder a ninguno de los dos. Entonces salió a relucir su genio. Pidió ser el director del duelo; a lo cual los dos respondieron afirmativamente. Entonces les dijo “Ante todo hay que posponer el encuentro. El enemigo está cerca y debemos salir en su busca, pero les prometo que pronto se batirán”.
El 1º de marzo de 1826, todos los buques fondean fuera del puerto de la Colonia y Espora y Rosales fueron llamados a conferenciar con el Almirante a bordo de la “25 de Mayo” y éste les dice “llegó el momento de realizar el lance pendiente y cuento con su promesa de acatar mis órdenes”. Los marinos asintieron y Brown prosiguió “dentro de unos momentos entraremos en combate, ¿distinguen ustedes la insignia de la capitana brasileña?”. Asombrados ante estos prolegómenos Espora y Rosales se miraron y volvieron a asentir. Entonces Brown les dispara “bien, ustedes van a atacar esa nave por ambos costados. Aquél de ustedes que consiga hacer arriar su pabellón, será el vencedor del duelo. La sangre de unos bravos como ustedes sólo deberá derramarse en aras de la patria. Andando pues”.
Llegado el momento, Brown mandó distribuir una ración de grog a los atacantes y con palabras de aliento les recomendó, como siempre lo hacía, disciplina y humanidad. A las 22:30, envueltos los toletes de los remos en trapos para no ser oídos, se pusieron en marcha las 6 cañoneras desde las cercanías de la “25 de Mayo”, divididas en dos grupos mandados el de babor por Leonardo Rosales (desde la cañonera Nº 1) y el de estribor por Tomás Espora (en la N° 12), quien comandaba la operación.
A medianoche la incursión fue descubierta y recibieron un intenso fuego desde la fortaleza y del regimiento N°11 de Cazadores desplazado en el muelle bajo el mando del gobernador Manuel Jorge.
Sólo las cañoneras comandadas por Rosales y Espora mantuvieron el rumbo fijado, mientras que las cuatro restantes derivaban hacia las murallas del fuerte para alejarse de las balas.
A pesar del abundante fuego que recibían, Espora y Rosales habían conseguido abordar y tomar por asalto la nave insignia enemiga, el “Real Pedro”.
Espora fue el primero en abordar el “Real Pedro”, seguido inmediatamente por Rosales. Vencida la resistencia enemiga, ambos marinos corrieron hacia el palo mayor casi simultáneamente y juntos arriaron la bandera. Cuando la bandera estaba en sus manos, se dieron un fuerte abrazo.
Seguidamente trataron de librar la nave de sus amarras y hacerlo flotar, pero sólo flotaba su popa y estaba amarrado por varias cadenas al muelle. Al no poder hacer nada más, le prendieron fuego por ambas bandas, volvieron a sus cañoneras y se dirigieron a rescatar a los que se encontraban varados junto a las murallas del fuerte, entre los que había varios muertos y heridos.
Evidentemente, el Gran Almirante quiso hacer coincidir la reconciliación de Espora y Rosales con un acto de arrojo patriótico, sin que el honor de los afectados estuviera en duda y sin que ninguno perdiera la vida. Con esta magistral clase didáctica, Brown preservó la vida de los que más tarde y gracias a sus actos de arrojo, junto al Almirante, serían Los Tres Valientes.
Imagen: Sello postal. 1957. Colección filatélica Instituto Nacional Browniano.
Bibliografía consultada:
- Carranza, Ángel Justiniano - Campañas Navales de la República Argentina.
- Arguindeguy, Pablo E. y Rodríguez, Horacio - Buques de la Armada Argentina 1810-1852 sus comandos y operaciones.
- Horacio Rodríguez - Coronel de Marina Leonardo Rosales.