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Instituto Nacional Browniano

ACCIONES NAVALES

Campaña de Corso en aguas del Océano Pacífico (1815-1816). Apresamiento de las Fragatas españolas "Candelaria" y "Consecuencia"

Introducción

En sus albores, nuestra Patria carecía de poder naval. Esto motivó que en 1815 el Director Supremo Juan Martín de Pueyrredón adoptara el Reglamento de Corso español de 1801, con el objeto de regir la conducta de los corsarios de la Revolución, los cuales, por otra parte, no hacían sino imitar a los patriotas norteamericanos cuando la guerra de su independencia. 

A su vez, dicha reglamentación de 1801, tiempos en que España estaba desprovista de poderío naval, fue la resultante de buscar en el armamento de naves corsarias una manera económica de hacer la guerra contra sus poderosos enemigos, dándole un marco regulatorio que las diferenciara de las prácticas llevadas a cabo durante los siglos XVI y XVII por los países fuertes del mar (Inglaterra, Holanda, Francia) que, impedidos de comerciar con América por la España colonizadora, comenzaron a apresar naves beneficiándose con los productos o riquezas que transportaban, acciones a las que España calificaba y condenaba como piratería.

Imagen: Símil de patente de corso de 1817.

¿Qué es el corso? 

Utilizada por las naciones con flotas débiles, el corso es una forma de enfrentarse en el mar ante enemigos con mayor poderío naval. El gobierno concedía a un navegante particular (corsario) permiso para capturar y hostigar el tráfico mercante de los enemigos, reglamentándolo mediante ordenanzas y otorgando una "Patente de Corso", donde fijaba las normas de detalle para cada navegante o buque corsario.

Un corsario era, en definitiva, un conductor de buques de propiedad de particulares, ceñido a reglamentaciones del Estado y autorizado por éste para llevar la guerra a las naves y al comercio enemigo. Al capitán corsario, como a sus oficiales y tripulación, se les consideraba al servicio de la marina militar mientras durase la campaña.

Las capturas o apresamientos realizados eran sometidos a la decisión de un Tribunal de Presas que, luego de haber establecido debidamente la legalidad de tales capturas, procedía a la venta en pública subasta de naves y mercaderías; las armas, pólvora y municiones eran siempre de propiedad del Estado.

La autorización y la reglamentación, marcaban la radical diferencia con la piratería, cuyas acciones operaban sin sujeción a ley alguna y sin país que autorice el uso de su bandera.

En la época en que nuestro país practicaba el corso, era un medio legal y corriente de lucha y el único que el Estado podía llevar a cabo para procurarse artículos necesarios para los suyos a la par que privárselos al enemigo. Los corsarios eran los agentes y principales ejecutores de una política de guerra que tendía, en suma, a privar de naves y recursos al enemigo sin obligar al Estado a los grandes desembolsos exigidos para el mantenimiento de una flota militar.

Campaña de corso en aguas del Océano Pacífico (1815-1816)

No fue una campaña de corso común: además de la clásica búsqueda de lucro, Brown zarpó con la misión de difundir los ideales de la revolución de mayo, favoreciendo la “causa de América”, que no era otra que la lucha por la independencia del continente.

Calificado por Bartolomé Mitre, como el “memorable crucero que en medio de triunfos y reveses mantuvo bien puesto el honor de la bandera argentina, a cuya sombra debían fundarse más tarde tres repúblicas independientes en las costas del Pacífico que corrió, contribuyendo indirectamente a preparar la reconquista de Chile (...), ganándose el verano que se necesitaba para llevar a buen término la gran empresa del paso de los Andes, según los cálculos del general que la preparaba”.

Con instrucciones para el Corso en el Mar del Sud contra la bandera española firmadas por el Director Supremo el 1° de septiembre de 1815, zarparon la fragata “Hércules”, propiedad de Guillermo Brown y al mando de su cuñado Walter Chitty (el 15 de octubre de Buenos Aires) y el bergantín “Santísima Trinidad”, capitaneada por su hermano, Miguel Brown (el 23 de octubre de Montevideo); ambas a las órdenes del Gran Almirante. Llegaron casi hasta la Antártida (65° S), sufrieron fuertes temporales y tuvieron que hacer reparaciones cerca del estrecho de Magallanes.

Asimismo, zarparon el 26 de octubre de Montevideo la "Halcón" y la "Constitución", obedeciendo a Hipólito Bouchard. La primera capitaneada por Rusell y la segunda a cargo directo del marino provenzal. También sufrieron temporales, y la "Constitución" zozobró desapareciendo todos sus tripulantes.

A fines de diciembre se reunieron los tres buques restantes en la Isla Mocha, donde Brown y Bouchard legalizaron con un convenio sus intenciones de obrar en combinación para las acciones corsarias, y fijaron sus respectivos rumbos para los días sucesivos.

Apresamiento de las fragatas españolas “Candelaria” y “Consecuencia”. 28 de enero de 1816.

En proximidades de la bahía de El Callao, los corsarios sabían que la imponente fortaleza, verdadero bastión español en América del Sur, poseía cañones suficientes para destruirlos, pero también sabían que ninguna nave de guerra podía salir a su encuentro. Dotados de valor y audacia a toda prueba, determinaron bloquear el puerto y apresar los buques que intentaran burlar el cerco.

Tras varias acciones y capturas, y a modo de broche de oro de las operaciones sobre la costa peruana, el 28 de enero de 1816 apresaron las fragatas “Candelaria” y “Consecuencia”. Al decir del historiador doctor Miguel Ángel de Marco “dos presas significativas”, puesto que además de transportar objetos de valor pecuniario, la segunda conducía correspondencia proveniente de Cádiz para toda América Meridional y pasajeros de importancia, entre ellos el nuevo Gobernador de Guayaquil, Juan Manuel de Mendiburu, y el doctor José Antonio Navarrete, nombrado fiscal de la Audiencia de Santiago. Éste último informó a las autoridades realistas que Brown ofreció a los prisioneros dejarlos en tierra con sus equipajes al llegar a la costa de Guayaquil, y destacó el buen trato que les dieron y haberles permitido quedarse todos juntos en la “Consecuencia”. Brown cumplió con su ofrecimiento y ordenó el desembarco de las dotaciones de los buques apresados en la Isla del Muerto, en la boca del Río Guayas, proveyéndoles agua y víveres.

Las siguientes acciones serán objeto de otro trabajo, pero cabe destacar que, finalizada la Campaña de Corso por el océano Pacífico (1815-1816), la fragata “Consecuencia” vino a nuestro país al mando de Bouchard, y posteriormente, con el nombre de “La Argentina” y a su mando, circunnavegó el mundo, cumpliendo un crucero corsario por aguas del Atlántico, Índico y Pacífico que duró dos años (1817-1819).

Fuentes:

Historia del Almirante Brown. Héctor R. Ratto. Instituto de Publicaciones Navales. 1985.

Brown. Primer Almirante de los argentinos. Miguel Ángel De Marco. Emecé, 2021.

Campaña de Corso del Almirante Guillermo Brown a las costas del Pacífico (1815-1816). CN (RE) Mag. Tomás Merino.